Se acerca el 150 aniversario de la muerte de Washington Irving. Siempre he pensado que no se debería celebrar el último día de la vida de un personaje célebre. Deberíamos congratularnos de su nacimiento y de las fechas de sus obras, de sus aportaciones a la humanidad. A veces, estos aniversarios, nos ayudan a refrescar una memoria perdida o a activarla, pues muchos de los personajes que son protagonistas de los recientes centenarios son desconocidos para el gran público. No es el caso del escritor que nos ocupa, pues al menos él, nos ha dejado una obra fundamental para nuestra historia literaria.
Washington Irving fue escritor reconocido en Estados Unidos, algunos lo tildan de mediocre, tal vez porque no escribía sobre temas académicos. A él le importaban otras cosas, pues tenía un espíritu inquieto. Viajó y conoció. Gracias a esos viajes llegó a España, cuya historia ya le había intrigado mucho antes, aprendió español y vivió como uno de nosotros. Aunque llegó con el pretexto de escribir una historia sobre Cristóbal Colón y se estableció durante algún tiempo en Sevilla, fue Granada la ciudad que más le aportó y a la que más quiso. A ella llegó junto a su sobrino y un amigo, el príncipe Dolgoruki. En 1829 se atrevió a vivir en plena Alhambra, monumento abandonado en su gran parte, aunque guardado para provecho de su gobernador. Era la Alhambra entonces, un lugar frecuentado por mendigos, por inválidos de guerras pasadas, de pobres de solemnidad muy comunes en la Granada del XIX. Irving, con su porte de señorito, observó la vida de los “Hijos de la Alhambra”, título que reservaban para sí los nacidos en el recinto alhambreño. Les vio cazar golondrinas con cebo de moscas para alimentar sus estómagos vacíos, pero con todo, aquella mísera anciana llamada Reina Coquina- que le contaba cuentos- o el chiflado coronel que vivía en la Puerta del Vino, resultaron ser deliciosamente humanos.
En su deambular por las salas de la Alhambra encontró Irving las firmas vandálicas de Byron y Vïctor Hugo grabadas en las paredes que siglos antes habían decorado delicadamente los alarifes andalusíes. Al ver tamaño disparate y animado por su amigo el príncipe, surgió de él una idea que sería totalmente innovadora, la creación de un Libro de firmas en el que pudieran dejar su autógrafo cuantos visitaran el monumento.
Entre las magníficas salas, que entonces eran refugio de cabras o de gitanos, surgió su libro más famoso, Cuentos de la Alhambra. En él no sólo recopiló leyendas que se volvieron mundialmente conocidas, sino que reflejó (tal vez con cierta fantasía) el estado en que se encontraba la ciudad y el recinto nazarí. Era la época de los grandes viajes, el gran tour lo llamaban los ricos intelectuales que recorrían el mundo exótico con el pretexto de aprender a vivir. Las guías de viaje eran textos reclamados, así que Cuentos de la Alhambra -que era mitad guía, mitad narración fantástica- encandiló a estos viajeros, que vieron en España un país salvaje, con sus bandoleros y todo, pero al mismo tiempo con la estabilidad política que ofrecía Europa.
Irving fue el primero en llegar a España y luego lo siguieron personajes tan renombrados como Merimée (autor de Carmen), Théophile Gautier (creador de La novela de la momia), Alejandro Dumas (padre de Los tres mosqueteros) o Hans Christian Andersen ( idolatrado escritor de cuentos infantiles). Hubo muchos más, desde luego, pero a estos los conocemos todos. Cada viajero apreciaba un aspecto de nuestro país, que si su clima, que si su paisaje, que si sus mujeres, que si su orientalismo…pero Irving se fijó en algo más, fue más allá de todo lo tópico, ahondó en las raíces de nuestro pasado y descubrió nuestro más remoto folklore, nuestras leyendas y en todas ellas impuso su creatividad más original inventándose cuentos fantásticos que hoy son de una modernidad extrema y captan la atención de un gran público.
La gran aportación de Irving fue imaginarse elfos en las salas donde habitó Boabdil. Con un gracejo extrañamente americano disoció la Alhambra de su orientalismo más arcaico para convertirla en romántica y pura, no salvaje ni primitiva, características que otros creyeron ver en la cultura andaluza en años posteriores. Algo tiene de particular este monumento granadino pues aún hoy sigue estudiándose desde todas las perspectivas habidas y por haber. Hasta se dice de ella que es capaz de hablar, lo cual no es extraño, pues epigrafía hay en todas sus paredes.
Pero un buen día, habiéndose convertido en el sultán de aquel paraíso, Irving tuvo que marchar. Había sido nombrado Secretario de Legación norteamericana, un cargo que le obligaba a volver al mundo real. El exilio de su paraíso fue duro. Irving dijo estas palabras al abandonar los palacios: “Jamás en mi vida habité un lugar más delicioso que éste y nunca podré encontrar otro que se le iguale”. Nunca regresaría a la Alhambra
Años más tarde, volvería como embajador de su país a España y viviría en Madrid. Ni siquiera sus largos paseos por El Retiro consiguieron hacerle olvidar Granada.
Esta decisión –la de no pisar suelo granadino- le fue muy criticada en España, pues hubo quien interpretó esta ausencia del paraíso alhambreño el desprecio del olvido. Ahora sabemos que no fue así. Y es que para un romántico siempre será más real su propio recuerdo.
Ahora, después de 150 años de haber perdido a este notable escritor, es justo que revisemos su obra y analicemos cómo ha trascendido. Con su sátira aguda llamó Gotham a Nueva York aunque luego, con el pasar de los años nos llegara a nosotros a través de las historias del hombre murciélago. Fue un precedente de la literatura fantástica recreando a un Rip Van Winkle que tras una siesta se ve transportado al futuro. También habremos de alabar sus historias de fantasmas a las que ahora han dado en llamar cuentos góticos. Tim Burton basó una de sus películas en su famoso relato La leyenda de Sleepy Hollow. En todas sus obras, incluso en las puramente formales como las dedicadas a George Washington, a Cristóbal Colón o a la conquista de Granada, impregnaba Irving un sello característico. Resulta abrumador lo moderno que resulta Irving. Moderno y entretenido. Sus narraciones nos arrancarán una sonrisa sin pretenderlo. Y es lamentable que a punto de cumplirse el aniversario de su muerte, un 28 de noviembre, haya aún quien ignore todo esto.
Es más que justo que a Irving se le recuerde en Granada en estas fechas, dedicándole una estatua en el bosque de la Alhambra o celebrando exposiciones, como la abierta al público el día 2 de octubre y que lleva por nombre Washington Irving y la Alhambra. 150 Aniversario (1859 - 2009). Él fue el primero y más destacado de los guardianes de la Alhambra.
Washington Irving fue escritor reconocido en Estados Unidos, algunos lo tildan de mediocre, tal vez porque no escribía sobre temas académicos. A él le importaban otras cosas, pues tenía un espíritu inquieto. Viajó y conoció. Gracias a esos viajes llegó a España, cuya historia ya le había intrigado mucho antes, aprendió español y vivió como uno de nosotros. Aunque llegó con el pretexto de escribir una historia sobre Cristóbal Colón y se estableció durante algún tiempo en Sevilla, fue Granada la ciudad que más le aportó y a la que más quiso. A ella llegó junto a su sobrino y un amigo, el príncipe Dolgoruki. En 1829 se atrevió a vivir en plena Alhambra, monumento abandonado en su gran parte, aunque guardado para provecho de su gobernador. Era la Alhambra entonces, un lugar frecuentado por mendigos, por inválidos de guerras pasadas, de pobres de solemnidad muy comunes en la Granada del XIX. Irving, con su porte de señorito, observó la vida de los “Hijos de la Alhambra”, título que reservaban para sí los nacidos en el recinto alhambreño. Les vio cazar golondrinas con cebo de moscas para alimentar sus estómagos vacíos, pero con todo, aquella mísera anciana llamada Reina Coquina- que le contaba cuentos- o el chiflado coronel que vivía en la Puerta del Vino, resultaron ser deliciosamente humanos.
En su deambular por las salas de la Alhambra encontró Irving las firmas vandálicas de Byron y Vïctor Hugo grabadas en las paredes que siglos antes habían decorado delicadamente los alarifes andalusíes. Al ver tamaño disparate y animado por su amigo el príncipe, surgió de él una idea que sería totalmente innovadora, la creación de un Libro de firmas en el que pudieran dejar su autógrafo cuantos visitaran el monumento.
Entre las magníficas salas, que entonces eran refugio de cabras o de gitanos, surgió su libro más famoso, Cuentos de la Alhambra. En él no sólo recopiló leyendas que se volvieron mundialmente conocidas, sino que reflejó (tal vez con cierta fantasía) el estado en que se encontraba la ciudad y el recinto nazarí. Era la época de los grandes viajes, el gran tour lo llamaban los ricos intelectuales que recorrían el mundo exótico con el pretexto de aprender a vivir. Las guías de viaje eran textos reclamados, así que Cuentos de la Alhambra -que era mitad guía, mitad narración fantástica- encandiló a estos viajeros, que vieron en España un país salvaje, con sus bandoleros y todo, pero al mismo tiempo con la estabilidad política que ofrecía Europa.
Irving fue el primero en llegar a España y luego lo siguieron personajes tan renombrados como Merimée (autor de Carmen), Théophile Gautier (creador de La novela de la momia), Alejandro Dumas (padre de Los tres mosqueteros) o Hans Christian Andersen ( idolatrado escritor de cuentos infantiles). Hubo muchos más, desde luego, pero a estos los conocemos todos. Cada viajero apreciaba un aspecto de nuestro país, que si su clima, que si su paisaje, que si sus mujeres, que si su orientalismo…pero Irving se fijó en algo más, fue más allá de todo lo tópico, ahondó en las raíces de nuestro pasado y descubrió nuestro más remoto folklore, nuestras leyendas y en todas ellas impuso su creatividad más original inventándose cuentos fantásticos que hoy son de una modernidad extrema y captan la atención de un gran público.
La gran aportación de Irving fue imaginarse elfos en las salas donde habitó Boabdil. Con un gracejo extrañamente americano disoció la Alhambra de su orientalismo más arcaico para convertirla en romántica y pura, no salvaje ni primitiva, características que otros creyeron ver en la cultura andaluza en años posteriores. Algo tiene de particular este monumento granadino pues aún hoy sigue estudiándose desde todas las perspectivas habidas y por haber. Hasta se dice de ella que es capaz de hablar, lo cual no es extraño, pues epigrafía hay en todas sus paredes.
Pero un buen día, habiéndose convertido en el sultán de aquel paraíso, Irving tuvo que marchar. Había sido nombrado Secretario de Legación norteamericana, un cargo que le obligaba a volver al mundo real. El exilio de su paraíso fue duro. Irving dijo estas palabras al abandonar los palacios: “Jamás en mi vida habité un lugar más delicioso que éste y nunca podré encontrar otro que se le iguale”. Nunca regresaría a la Alhambra
Años más tarde, volvería como embajador de su país a España y viviría en Madrid. Ni siquiera sus largos paseos por El Retiro consiguieron hacerle olvidar Granada.
Esta decisión –la de no pisar suelo granadino- le fue muy criticada en España, pues hubo quien interpretó esta ausencia del paraíso alhambreño el desprecio del olvido. Ahora sabemos que no fue así. Y es que para un romántico siempre será más real su propio recuerdo.
Ahora, después de 150 años de haber perdido a este notable escritor, es justo que revisemos su obra y analicemos cómo ha trascendido. Con su sátira aguda llamó Gotham a Nueva York aunque luego, con el pasar de los años nos llegara a nosotros a través de las historias del hombre murciélago. Fue un precedente de la literatura fantástica recreando a un Rip Van Winkle que tras una siesta se ve transportado al futuro. También habremos de alabar sus historias de fantasmas a las que ahora han dado en llamar cuentos góticos. Tim Burton basó una de sus películas en su famoso relato La leyenda de Sleepy Hollow. En todas sus obras, incluso en las puramente formales como las dedicadas a George Washington, a Cristóbal Colón o a la conquista de Granada, impregnaba Irving un sello característico. Resulta abrumador lo moderno que resulta Irving. Moderno y entretenido. Sus narraciones nos arrancarán una sonrisa sin pretenderlo. Y es lamentable que a punto de cumplirse el aniversario de su muerte, un 28 de noviembre, haya aún quien ignore todo esto.
Es más que justo que a Irving se le recuerde en Granada en estas fechas, dedicándole una estatua en el bosque de la Alhambra o celebrando exposiciones, como la abierta al público el día 2 de octubre y que lleva por nombre Washington Irving y la Alhambra. 150 Aniversario (1859 - 2009). Él fue el primero y más destacado de los guardianes de la Alhambra.
Para saber más sobre Washington Irving:
-Bowers, Claude G., Las aventuras españolas de Washington Irving, Movipress 2000, Madrid, 1997.
-Garnica, Antonio (ed.), Washington Irving en Andalucía, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2004.
-Irving, Washington, Cuadernos secretos de Washington Irving, textos y daguerrotipos de Miguel Ángel Moleón Viana y Luis Arance Moreno, Almuzara, Córdoba, 2006.
——, Cuentos de la Alhambra, (Edición conmemorativa). Miguel Sánchez ediciones. Granada. 2008. ——La leyenda de Sleepy Hollow y otros cuentos de fantasmas. Valdemar. Madrid. 2005.
-McDermott, John Francis, El mundo de Washington Irving, Corregidor, Buenos Aires, 1978.
-Villoria Prieto, Javier, «Washington Irving y la Alhambra. Una relación fructífera», EntreRíos. Monográfico la Alhambra, el palacio, n.º 7-8, año 2008.
-Viñes Millet, Cristina, Granada en los libros de viajes, Editorial Miguel Sánchez, Granada, 1999.
—— La Alhambra que fascinó a los románticos, La biblioteca de la Alhambra, colección Plural, Granada, 2007.
-VVAA, Washington Irving, estudio preliminar Andrés Soria Olmedo y José Luis Martínez Dueñas Espejo, Universidad de Granada, Granada, 2008.
-Bowers, Claude G., Las aventuras españolas de Washington Irving, Movipress 2000, Madrid, 1997.
-Garnica, Antonio (ed.), Washington Irving en Andalucía, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2004.
-Irving, Washington, Cuadernos secretos de Washington Irving, textos y daguerrotipos de Miguel Ángel Moleón Viana y Luis Arance Moreno, Almuzara, Córdoba, 2006.
——, Cuentos de la Alhambra, (Edición conmemorativa). Miguel Sánchez ediciones. Granada. 2008. ——La leyenda de Sleepy Hollow y otros cuentos de fantasmas. Valdemar. Madrid. 2005.
-McDermott, John Francis, El mundo de Washington Irving, Corregidor, Buenos Aires, 1978.
-Villoria Prieto, Javier, «Washington Irving y la Alhambra. Una relación fructífera», EntreRíos. Monográfico la Alhambra, el palacio, n.º 7-8, año 2008.
-Viñes Millet, Cristina, Granada en los libros de viajes, Editorial Miguel Sánchez, Granada, 1999.
—— La Alhambra que fascinó a los románticos, La biblioteca de la Alhambra, colección Plural, Granada, 2007.
-VVAA, Washington Irving, estudio preliminar Andrés Soria Olmedo y José Luis Martínez Dueñas Espejo, Universidad de Granada, Granada, 2008.